Cuando uno pretende traducir en palabras un sentimiento que supera el común de todos los sentimientos se ve enfrentado a que las palabras que suele usar resulten obsoletas o no sean tan pertinentes como uno quisiera. Justo estoy tratando de explicarle a Fernando que como llorar, cuando una emoción supera la contención normal de mi cuerpo, necesito sacarla de adentro por la punta de mis dedos y que seguramente esto que escriba tendrá solo la catártica función de decantar y ya se verá por donde tome rumbo. Como los barcos que se lanzan al rio con el único destino de flotar un poco y en la ingravidez poder soltar su energía contenida.
Así las cosas, supongo que estoy lanzándome a este rio de palabras en busca de desagregar todo ese sinnúmero de sentimientos encontrados producidos por la partida, para mi gusto intempestiva, de un hombre que considero ejemplo de júbilo. Si tuviera que buscar una palabra para empezar a hablar de Rubén Morón, siempre pensaría en la palabra alegría, después en cumbia, después en futbol, después en alguna intrincada teoría económica de esas que el fabricaba mientras tomaba mate en la mueblaría sobre esos temas fundamentales que son una sencilla banalidad para el resto de los seres. Tengo la sensación de que Ruben sería ese hombre que me hubiera gustado escuchar con más años encima, seguro que seguiría bailando en las kermeses sanpedrinas, preocupado por nimiedades a las que les daba una importancia casi internacional, rodeado de niños como él y de viejos como él y de jóvenes como él ,porque nunca conocí un hombre tan ductil que fuera capaz de hacer sentir cómodo a su nieto de 14 años como para que recibiera de él continuas visitas cuando los chicos de su edad sólo quieren acompañarse justamente de otros chicos de su edad, como a los muchachos treintañeros que pasaban siempre a visitarlo, o para quienes tenía siempre la promesa de un mate o una cerveza excusadora de su visita siempre bien recibida, o ablandar la fortaleza de un viejo como su vecino, un hombre tradicional y lograr conquistar su amistad tan entrañablemente como para que en su lecho final rompiera en llanto siendo de esos viejos que son muy machos como para llorar. Sólo un hombre tan sencillamente bueno podría conquistar la ternura de una mujer que lo amó para toda la vida y le entrego la frescura juvenil de sus mejores años y la fecundidad de su historia en cuatro hijos y luego en la serenidad de su madurez recibir el calmo amor de otra gran mujer que se convirtió en su compañera y amiga fiel hasta el último segundo y lograr que juntas lo
despidieran en la tumba con una dignidad que sobrecoge. Llegar a ser un hombre así se amasa en el trabajo de una vida diaria aderezada con la alegría, con la compañía inefable de sus hijos y los amigos de sus hijos que adopto siempre como si fueran propios y los lleno de tanto amor que ya cuarentones y con nietos fueran a despedirlo a su última morada con lagrimas en los ojos como si despidieran a un padre. Me quedo con la sensación de que lograr el equilibrio de la verdadera amistad es muy complicado, sobre todo cuando se ve a diario el miedo que se tiene a entregarse sinceramente y es una hermosa enseñanza ver como desde la sencillez de su vida cultivó tanto y tan variados amigos… creo que Ruben tenía tan desarrollada la capacidad de darse a los demás que le era particularmente fácil adaptarse a cada persona que lo conocía y le salía bien jugar futbol con los chicos, tomar mate con los viejos, sentarse a hablar de cumbia con la colombiana y de política su hijo y luego verlo sandungueandose con un tema de los Palmeras con su particular estilo, porque él no bailaba, el veneraba con amor la música que fue su eterna compañera. Conocedor, apasionado de los ritmos, perseguidor de títulos de canciones, siempre ávido, siempre con ganas de conocer…. Con su eterno niño interior siempre alborotadol.
Me quedo con el mejor recuerdo del viejo Morón, y con ganas de más…porque él siempre me dejó con ganas de más…me quedo con la nostalgia de no haberlo disfrutado más tiempo, de no haber bailado más con el gran danzador, de no haber cantado otro tango juntos , de no haberle podido contarle más de Colombia, de no haber disfrutado más sus tiempos y sus chistes y sus historias; de no haber desentrañado juntos una de sus tantas teorías económicas de ocasión y de no haber trasnochado un poco mas oyéndole contar sus patrañas de viejo y a su vez no haber contemplado juntos alguna que otra melodía de mi tierra, esas que le gustaban tanto… seguramente le hubiera encantado conocer el Caribe, bailar con alguna negrita colombiana y conocer Cartagena o ver el mar de los siete colores…yo me quede con ganas de que algún hijo mío disfrutara un abuelo como él, porque era de esos abuelos que uno quiere para sus hijos, de esos con no se avergüenzan de jugar y ser niños con los nietos de esos que son siempre felices y tercos y dan y dan y dan y siempre dan…que dan todo y lo que dan nunca alcanza para toda la vida.
Me quedaron pendientes muchas cosas viejo Morón, me siento en déficit por no disfrutarte un poco más ….solo un poco más….por ejemplo el resto de la vida.
Paz en tu tumba y una eterna carcajada de alegría…Debería despedirte cantando aunque por ahora solo me salen lagrimas.